domingo, 5 de agosto de 2012
Radiación solar
¿Por qué es tan importante protegerse de la radiación solar en la montaña?
La radiación solar influye en todos los organismos terrestres, siendo imprescindible para la vida. Dicha radiación aporta beneficios para el ser humano, aunque estos beneficios están siempre relacionados con el tiempo de exposición a la que nos sometamos. Sin las debidas precauciones, una exposición continuada puede llegar a ser perjudicial para la salud. En general, tomar el sol en la montaña estimula la producción de vitamina D, evitando el raquitismo. El sol en pequeñas dosis también beneficia algunas patologías como la psoriasis, la dermatitis y el acné. También estimula el metabolismo de las proteínas, favorece la expulsión de ácido úrico y multiplica la producción de glóbulos rojos, estimulando el transporte de O2 por la sangre.
La radiación solar UV es absorbida y dispersada en la atmósfera y sólo una parte pequeña llega a la superficie de la Tierra. La que recibimos es la radiación UV compuesta en su mayoría por radiación UV-A, y sólo nos alcanza una pequeña parte de UV-B, siendo ésta la más dañina para nuestro organismo.
La irradiancia es la magnitud que se encarga de medir la potencia de la radiación por unidad de superficie, en unidades de wats por metro cuadrado (W/m2). Así, los valores normales de irradiancia para nuestra latitud serían de 900-1000 W/m2 en verano y 300-400 W/m2 en invierno, a nivel del mar. En las zonas de alta montaña estas cantidades pueden doblarse, por lo que el montañero debe tener en cuenta estos factores para prevenir lesiones cutáneas, quemaduras o consecuencias cancerígenas. Existe un índice canadiense -dividido en una escala de 16 números y cuatro intervalos- que pretende estimar el riesgo de quemaduras y lesiones de la piel. El riesgo será extremo para un índice superior a 9, riesgo alto entre 7 y 9, riesgo moderado entre 4 y 7 y riesgo bajo para un índice inferior a 4. A pleno sol en un mediodía de verano la irradiancia suele ser de 900 a 1.300 W/m2 en la cota 1.000 metros, lo cual equivale a un riesgo extremo de la escala canadiense. De ellos, unos 15-20 W/m2 pertenecen a los rayos ultravioletas. Bajo un cielo nublado (con pocos claros) o cubierto por nubes medias la irradiancia baja hasta 400 y le corresponde un riesgo moderado. La protección, por lo tanto, será de vital importancia para evitar daños en nuestros ojos, boca o piel.
Debemos extremar las precauciones al transitar sobre terrenos nevados y con cielos cubiertos o con nieblas. Por un lado, la nieve refleja casi al 100% la radiación solar y los cielos cubiertos no filtran esta radiación, creando una falsa sensación de seguridad. A parte de las clásicas quemaduras, una exposición continuada y sin la adecuada protección sobre nuestros ojos puede llegar a ocasionarnos oftalmía, es decir, una ligera quemadura de la cornea debido a la radiación ultravioleta. La oftalmía vendrá acompañada de molestias que -en los casos más acusados- podrán conllevar una pérdida transitoria de la visión.
Fuente:http://www.barrabes.com/
¿Por qué es tan importante protegerse de la radiación solar en la montaña?
La radiación solar influye en todos los organismos terrestres, siendo imprescindible para la vida. Dicha radiación aporta beneficios para el ser humano, aunque estos beneficios están siempre relacionados con el tiempo de exposición a la que nos sometamos. Sin las debidas precauciones, una exposición continuada puede llegar a ser perjudicial para la salud. En general, tomar el sol en la montaña estimula la producción de vitamina D, evitando el raquitismo. El sol en pequeñas dosis también beneficia algunas patologías como la psoriasis, la dermatitis y el acné. También estimula el metabolismo de las proteínas, favorece la expulsión de ácido úrico y multiplica la producción de glóbulos rojos, estimulando el transporte de O2 por la sangre.
La radiación solar UV es absorbida y dispersada en la atmósfera y sólo una parte pequeña llega a la superficie de la Tierra. La que recibimos es la radiación UV compuesta en su mayoría por radiación UV-A, y sólo nos alcanza una pequeña parte de UV-B, siendo ésta la más dañina para nuestro organismo.
La irradiancia es la magnitud que se encarga de medir la potencia de la radiación por unidad de superficie, en unidades de wats por metro cuadrado (W/m2). Así, los valores normales de irradiancia para nuestra latitud serían de 900-1000 W/m2 en verano y 300-400 W/m2 en invierno, a nivel del mar. En las zonas de alta montaña estas cantidades pueden doblarse, por lo que el montañero debe tener en cuenta estos factores para prevenir lesiones cutáneas, quemaduras o consecuencias cancerígenas. Existe un índice canadiense -dividido en una escala de 16 números y cuatro intervalos- que pretende estimar el riesgo de quemaduras y lesiones de la piel. El riesgo será extremo para un índice superior a 9, riesgo alto entre 7 y 9, riesgo moderado entre 4 y 7 y riesgo bajo para un índice inferior a 4. A pleno sol en un mediodía de verano la irradiancia suele ser de 900 a 1.300 W/m2 en la cota 1.000 metros, lo cual equivale a un riesgo extremo de la escala canadiense. De ellos, unos 15-20 W/m2 pertenecen a los rayos ultravioletas. Bajo un cielo nublado (con pocos claros) o cubierto por nubes medias la irradiancia baja hasta 400 y le corresponde un riesgo moderado. La protección, por lo tanto, será de vital importancia para evitar daños en nuestros ojos, boca o piel.
Debemos extremar las precauciones al transitar sobre terrenos nevados y con cielos cubiertos o con nieblas. Por un lado, la nieve refleja casi al 100% la radiación solar y los cielos cubiertos no filtran esta radiación, creando una falsa sensación de seguridad. A parte de las clásicas quemaduras, una exposición continuada y sin la adecuada protección sobre nuestros ojos puede llegar a ocasionarnos oftalmía, es decir, una ligera quemadura de la cornea debido a la radiación ultravioleta. La oftalmía vendrá acompañada de molestias que -en los casos más acusados- podrán conllevar una pérdida transitoria de la visión.
Fuente:http://www.barrabes.com/
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